Adopción: hijos que buscan a sus padres y padres que buscan a sus hijos

Una de las acciones más generosas y solidarias que puede realizar un ser humano, es la de adoptar. Es regalarle a alguien la posibilidad de ser amado y de enseñarle a amar; pero a su vez, de generar una cadena inmutable para seguir multiplicando el más absoluto e infinito de los sentimientos: el amor.

Cuántas personas han nacido en un contexto de abandono y con el gesto más bonito de amor han logrado ser; cuántas personas no han nacido y no lo han logrado. En esta línea tan límite es en dónde nos preguntamos, porqué tanta necesidad de una legislación que permita la eliminación de seres que tienen todo el potencial para ser y existir en el amor. Hay generaciones que saben acoger ante esa solicitud de amor.

La adopción implica también heredar el bien de otro, que aunque no sea a través de un vínvulo de sangre,  pueden continuar con su legado, abrazar el término familia para lograr un vínculo inconmensurable en el bien común de un hogar.  Cuánto de cierto tiene la acepción de condenar a muerte a un hijo no deseado; corrijo, no planeado. En algún momento se convierte en deseado y esperando para darle eso de lo que hablamos al comienzo: amor, familia y hogar. Y esto se logra a través de las historias, de aquellas que con heroísmo y valentía abren puertas a más historias.

Visibilizar el sentido de la verdadera acción de adoptar, fue lo que la llevó a Magena Valentié, periodista y adoptada en el amor, a reunir a un grupo de personas que fueron adoptadas y a otras que adoptaron. Contó a Comma” que fue movilizada por el tratamiento de la Ley del aborto, Valentié se animó a reunir a un grupo de personas que pasaron por situaciones similares al abandono y a la vez a la acogida. “Nunca imaginé que alguien podía llegar a correr peligro en el vientre materno, hoy me siento una sobreviviente, pero también siento impotencia de saber que muchos morirán sin ver la luz. Siento un poco de culpa de haber tenido yo la oportunidad de nacer y otros no la tendrán”, reflexionó la periodista.

Julia Páez de la Torre, adoptada a los 15 días de vida, y una de las convocadas por Valentié dijo que su deseo es “demostrar a la gente, que alguien me dejó nacer, que respetaron mis derechos, que me dejaron ser profesional y formar una familia. Lucho para que dejen nacer a los bebes que tienen los mismos derechos que tuve y tengo yo”, explicó Páez de la Torre.  Agregó la idea de la importancia de dejarlos nacer para que “hagan su propia historia” y “quienes no lo quieran tener en sus vidas los den en adopción”.  Analizó que “en definitiva, el aborto no te convierte en madre de un hijo en brazos, te convierte en madre de un hijo muerto”. En relación a su parentesco biológico afirmó que está muy agradecida a su madre por haberle dado la oportunidad de vivir y crecer con una familia.

El testimonio de Páez de la Torre nos lleva a reconocer que la relación entre padres e hijos no está fundada en una pertenencia biológica o genética. La adopción, que también está regulada legalmente, le asegura al adoptado el más cálido y estable afecto, justo lo que necesita para su desarrollo humano y para poder hacer su propia historia, como propone Julia Páez de la Torre.

La adopción es un camino concreto y duradero. Es “una gran obra de amor, es un verdadero intercambio de dones”, como nos lo enseñó San Juan Pablo II.

Hijos y padres adoptivos, en el centro tucumano visibilizando la acción de adoptar.

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