Alzhéimer: La música es vida ayudándonos a recordar

Solo por un instante, la bailarina Marta Cinta emergió del triste ensueño del alzhéimer. Sus brazos largos y elegantes empezaron a deslizarte al son de la música de Tchaikovsky, solo por un minuto, volvió a vibrar con la misma magia que en sus años de juventud.

Marta Cinta fue primera bailarina del ballet de Nueva York en los 60. La suya, debió ser una vida de película, pero el alzhéimer borró sus recuerdos y durante muchos años fue esa mujer enigmática en una residencia de Valencia. Esa dama misteriosa dejó este mundo en marzo del 2020, marchándose en silencio sin saber que, unos meses después, volvería a alcanzar el éxito.

La Asociación Música para Despertar, una organización benéfica que utiliza música de la vida de los pacientes con demencia para mejorar su estado de ánimo y su memoria, grabó a Marta semanas antes de su fallecimiento. Le pusieron unos auriculares donde sonaba una pieza musical que ella había bailado infinidad de veces: El Lago de los Cisnes, de Piotr Ilich Tchaikovsky.

Durante poco más de dos minutos, volvió a ser bailarina. Su cuerpo, hundido y adherido a la silla de ruedas se desplegó de pronto como las alas de una mariposa. Su rostro cabizbajo, se alzó como de un ensueño profundo para despertar de nuevo al mundo.

Los ojos, vibrantes y enfocados, volvían a la realidad de esa música que la invitaba, solo por un instante, a salir de la habitación oscura de la demencia.

Marta Cinta, la enigmática bailarina que ha emocionado al mundo

No se sabe mucho de la vida de Marta Cinta. Falleció en la residencia de Alcoy, Valencia, sin familiares ni allegados. El personal del centro la veía como la clásica figura enigmática que atrae por su acento (cubano) y que despierta interés por sus contradicciones. Una de ellas, su carnet, falsificado por razones que nunca se supieron.

Había nacido en España pero, tal y como ella solía contar, su familia se trasladó a las islas caribeñas para trabajar. Más tarde, acabó viajando hasta Nueva York donde, según la documentación y diplomas que conservaba, llegó a ser prima ballerina en Nueva York. Los recortes de periódicos la describían como una figura sobresaliente en el ballet y una destacada coreógrafa.

Su vida se diluye entre piezas sueltas de documentos y anécdotas que ella misma relataba. Se sabe que llegó a la residencia en el 2014, ya en silla de ruedas y con claros signos de deterioro cognitivo. Fue feliz en ese centro. Incluso quería organizar castings para crear una compañía de ballet entre los residentes.

El día que Marta Cinta volvió a alcanzar el éxito

El destino tiene sus ironías, sus contrasentidos. Marta Cinta falleció en marzo de este mismo año sin saber que ha logrado hacerse famosa una vez más. Su nombre ha dado la vuelta al mundo y figuras del arte, el cine, la música y, por supuesto, la danza comparten su vídeo llevados por la admiración.

La Asociación Música para Despertar publicó una sesión de estimulación musical realizada un poco antes de que Marta dejara este mundo. Ya sabían de ella. En la residencia la habían visto bailar en su silla de ruedas cada vez que sonaba la música y, en especial, su pieza favorita: El Lago de los Cisnes de Tchaikovsky.

Ese video de poco más de dos minutos emociona y sobrecoge. Nos demuestra, una vez más, cómo la conexión con la música permanece con nosotros a pesar del deterioro cognitivo. Esa pieza musical logró devolverle a Marta Cinta la esencia de su vida, su pasión.

El alma de una bailarina que renace con la música

Marta Cinta nunca perdió su porte. A pesar del declive de los años y de los efectos del alzhéimer borrando recuerdos y personalidades, ella conservaba la elegancia de las grandes damas del ballet. Por eso, al escuchar su pieza musical favorita, nos embelesa descubrir la forma en que emerge, el modo en que sus brazos, hombros, cuello y expresión “danzan” de nueva con la maestría de antaño. Es imposible no emocionarse.

Otros casos similares: Paul Harvey

El caso de la bailarina Marta Cinta no es el único. El mundo se conmovió con una historia muy parecida, la de Paul Harvey, de East Sussex (Reino Unido). Este hombre, de 80 años y con alzhéimer, dedicó toda su vida a la música y en especial a la docencia.

Su hijo quiso grabar un video para mostrar lo que sucedía cuando le proponía a su padre sentarse al piano y, simplemente, improvisar en el teclado lo que él deseara. La reacción es maravillosa. Durante ese instante de tiempo recupera la agilidad, la maestría, su dominio absoluto en cada pieza musical y, sobre todo, conecta con la felicidad y con su entorno.

El escritor Lawrence Durrell dijo una vez que “la música es amor buscando palabras”. Ahora bien, podríamos señalar a su vez que la música es vida ayudándonos a recordar quienes éramos.

Fuente: La mente es maravillosa

Otras notas

Menú